domingo, 13 de diciembre de 2009

LA CAMPANA DEL TIEMPO


Anotaciones de Cronos

Néstor Rojas



Inscripción sobre la corteza de un árbol viejo

Cada instante es la cercanía de la última hora. ¿O es el adiós del comienzo?


La vida es un jardín misterioso

El soplo se arraiga entre hojas muertas y piedras, echa raíces y se abre. Ya en el aire alarga sus ramas, florea. Pasado el tiempo es un jardín misterioso.
Esa es la vida que ha creado algún dios para que todo siga. Es el milagro que nos convida a vivir las horas que pasan.


Somos breves

Sabemos que en la tierra somos breves, pasajeros nada más en tránsito. En ella vivimos una y otra vez, huéspedes de un destino inexorable. En ella morimos una y otra vez. Para que el mundo incansable continúe.


Sentencia

No invoques en vano el nombre de la muerte porque su sombra despertará como dragón y caerá sobre ti. El dios de los tiempos abrasará tus días que se irán al lugar de las hojas ya muertas.


Consejo

Abre las alas si estás decidido a morir. Si tienes miedo de volar, no te asomes al balcón de los pájaros. Un golpe de viento podría lanzarte al vacío.


El viaje

Todo es aire que sale de la boca de Dios, luego es polvo. Todo es vida que no tiene final porque nada termina. Sobre la tierra lo misterioso nunca se detiene: florece aquí y allá, se alarga hacia arriba buscando más luz. En invierno la tierra bebe el agua de los cielos. Se oscurece de aguas que no vuelven. Con las lluvias las semillas se abren, echan raíces. Suben entre piedras y retamas hacia el Sol y vuelven otra vez a echar vástagos las plantas que perdieron sus hojas.


Lamento

¿Cómo huir de la muerte? Hoy lloramos por los que murieron. Mañana, otros llorarán por nosotros. En cualquier parte de la tierra (viajando por el oscuro infinito) solos estamos, abandonados e indefensos ante el Dragón de fuego que nos devorará. ¡Qué inútil es todo esfuerzo nuestro por permanecer!


Todo va a la deriva

A la deriva pasa todo cuanto es bello y palpita. A la deriva vamos todos a la tumba. ¿A qué temer entonces el paso del tiempo? ¿Teme uno acaso que al llegar a la vera ya no pueda volver a la vida que nos ofrece sus frescos y verdes racimos?


Eternidad

La muerte nos quita el gozo bullidor, la carne que nos tienta. La vida nos da nuevamente el gozo bullidor, la carne que nos tienta. Hemos muerto muchas veces y muchas veces hemos vuelto. Un día tras otro.


Todo es ilusión

Lo que anhelamos, la felicidad que soñamos desde la tierra baldía de la enferma ansiedad, no es más que una ilusión pasajera. Nada.


Un rayo es la existencia de los hombres

Un rayo es la existencia de los hombres. Un rayo que pasa fugaz entre los aún no nacidos, los vivos y los muertos. El camino adelante se va entre riscos y nubes. A la espera de nuestros pasos inciertos, que a la tierra volverán.



El tiempo

El tiempo nos lleva hacia la tumba. Nos regresa al exilio de los olvidados.
Conduce hacia nosotros las horas que se irán con el viento, llevándonos.


Todo dejamos en la tierra

En la tierra abandonamos todo lo que nos pesa. El viento se lleva las palabras que salieron para jamás volver. Los libros silenciosos quedan en las viejas y polvorientas bibliotecas, asediadas por el tiempo. Livianos nos morimos para subir por encima de la voz que en la tierra se pierde.


Este día está pasando para jamás volver

Nosotros, mortales, vivimos de apremios y trabajos. Pocas cosas nos consuelan. Casi sin respiro hacemos el esfuerzo de vivir el instante que no vuelve. Aunque pasan lentos los días, nos apresuramos en la búsqueda de la felicidad que nunca llega.


El tiempo presente

Apurado ya viene para precipitarse. Si fuéramos más despacio, sin prisa, otro sería el ritmo de la vida que se va. Quizá fueran más los momentos felices que los sinsabores. Benévolo el sueño sólo aviva el cansancio de la carne que sólo quiere dormir.


La Nave de los Locos

Todos vamos en la Nave de los Locos, perdidos, bajo el umbral de la noche que es eterna. A esta casa volvemos siempre, pero nunca logramos llegar al lugar de los dioses eternos. Las flores del Jardín florecen para nadie. Nosotros mismos vivimos para el viento. Lentes oscuros tenemos en vez de ojos. Con ellos miramos lo que somos: nada.


Cuando no quede nada

Cuando no quede un árbol, cuando todo sea ceniza y asfixia, terreno pedregoso, volveremos al desierto en medio de la noche. Caminaremos con los ojos aturdidos por el sueño y el cansancio. Caminaremos en silencio con la cabeza gacha, ¡con cuánta congoja vuelta pena! Andaremos errantes por la tierra desolada buscando un mundo a donde huir más lejos, de aquí para allá sin saber hacia dónde seguir. Jamás llegaremos al lugar de donde partimos.


Suplicio

Las serpientes nos devorarán. El olvido, ese nombre desolado que nadie pronuncia por temor a deshacerse, nos devorará. Porque el tiempo arrasa con todo. Deshace los templos, las casas, los huesos. Ruinas solamente deja a su paso.


Siete versos en honor al Tiempo

El Tiempo siempre acaba con todo. Deshace lo que el hombre hace. Termina con él y lo sepulta. Día tras día trabaja sin cansarse. Pero la vida cumple su destino. Sigue el camino que lleva hacia ninguna parte.


Contra Dios nadie puede, ni Sísifo

Nunca hay reposo, ni en la muerte lo hay. Siempre velaremos encadenados a una roca. Cual Sísifo cada quien en su infierno. De nada servirá gemir y quejarnos. No es con gemidos y quejas como vamos a remediar nuestros males. Nos afanamos vanamente. Hacemos trabajos inútiles. Andamos tras el viento. ¿Para qué entonces apresurarnos?

Nosotros

Nosotros, hijos de la tierra, vivimos con la cabeza desnuda bajo la tormenta de Dios. Vivimos y pagamos por vivir. Pagamos con nuestra vida los dones que nos dan los celestiales. Porque nada se nos da gratuitamente: Dios todo nos da y todo nos quita.


Vamos hacia la incertidumbre

Con cada paso que damos hacia la incertidumbre vamos dejando el camino de la Vida. Vamos muriendo. No hay mundo seguro donde podamos escondernos de la Muerte, no hay refugio ni dios alguno que pueda protegernos. ¿Quién me defenderá de esta sombra que me sigue, de este tiempo que me devora, de este fuego que me consume, de esta hora que se me va?




Todo está en uno mismo

Sonámbulos buscamos afuera las cimas de nuestros paraísos. Escalamos la montaña de la Vida a sabiendas de que jamás llegaremos. Ciegos nos tropezamos unos a otros.
Caemos y otra vez nos levantamos. Huimos por distintos caminos del Infierno en la tierra. Huimos de nosotros mismos. Sin parar, a prisa, marchamos hacia ningún lugar.
Como gitanos sin raíces. Condenados a subir y bajar por la resbalosa roca del deber.
¿Para dónde huiremos cuando ya no quede más que el cielo de nuestro desamparo sobre nuestras desvariadas cabezas?


Sangre de mi vida

La Muerte corre por mis venas levantadas. Es sombra que me sigue para donde quiera que voy. Cuando se me adelante moriré.


Atlántida

Sostengo entre mis brazos la sombra de mi país natal. Mi alma se balancea en el aire.
Hundidos están nuestros huesos. Hundidas nuestras casas, nuestros barcos. Nuestros sueños ya rotos. ¿Qué se hicieron los que antaño vivían? ¿A qué tierra fueron a parar tan diestros navegantes? ¿A qué otra isla?, ¿a qué mar? ¿Habrán tomado acaso el camino de regreso al Paraíso? Yo un bajé por la orilla del mar de los atlantes. Y aquí estoy (a veces sin estar), casi perdido, en esta otra tierra acosada por los mercaderes,
sin saber de dónde viene el viento y adónde va.


Inscripción sobre el polvo

¿A qué dioses ofrendaré esta piedra ennegrecida por el tiempo y este tronco quemado?
Este destierro es la muerte. Mis ojos yacen entre signos de ceniza. ¿A quién clamaré, a qué dios?


De pie seguiremos

No es remota la luz y sin embargo está lejos. Más allá de la boca del túnel. No obstante, nos mantenemos en pie. Algún día llegaremos.


Lo que el hombre quiere

Vivir sin prisa ni lágrimas. Eso quisiera el hombre que cumple su destino. Dormir, escapar de las horas infelices. Eso quisiera el hombre que cruza su desierto y siente como una mordedura en el corazón la dura sequedad de la piedra.

En memoria de un hombre

Donde antes hubo un hombre hoy sólo queda el recuerdo. El polvo todavía enamorado.
Donde antes hubo un yo envanecido hoy sólo queda un eco desvaneciéndose. Sobre lo oscuro y frágil la noche desciende cual halcón sobre su presa.


Destino mortal

Nuestro destino es vivir y morir. Pero nuestra deuda es mayor que todo cuanto podemos pagar con nuestra muerte.


Viento

No quiero oír ese viento que no cesa de andar de un lado a otro, de venirse como león herido, de irse furioso para no sé qué lugar. Es huésped de la incertidumbre. Las hojas caen, heridas, muertas y pasan las horas también heridas y muertas y es tanta la pesadumbre que siento que me dan ganas de echarme al suelo boca arriba y dormir el tiempo que me resta. ¿Para qué despertar si la vida es sueño? Los árboles están cargados de cuervos bajo la Luna Llena. A veces golpean el aire con sus ramas, no cesan de girar bajo la inmensa sombra que se agita.


Tres preguntas

¿Quién cantará sobre las nubes del día? ¿Qué seremos cuando rompa el alba? ¿Qué seré yo cuando vuelva mañana, si es que vuelvo?


Los exiliados de la desesperanza

Todos los días somos expulsados del Paraíso. Vagamos por calles desiertas de árboles y pájaros. ¿Qué buscamos una y otra vez en el reino apenumbrado de la Muerte? Los dioses domésticos sueñan con nuestra llegada al Jardín Delicioso. Pero la vida nos impone la pena de la espera. ¿Debemos seguir esperando por lo que todos soñamos?
Los días pasan y nada se resuelve. Todo sigue en suspenso o está por caer. La vida cuelga como péndola de la rama de la Muerte. Y nada viene que nos haga reír. Nuestro destino es un pensamiento que aún está por caer o abrirse como fruto en la tierra.


¿Quién heredará la Tierra?

Dichoso el hombre que ha descubierto su tumba. Porque de él será la Última Cena de los muertos. Dichoso el hombre que vive feliz y holgado en su real aposento. Porque de él será la ocasión de la muerte eterna. Dichoso el hombre que ha dormido en paraje oscuro, con frío y hambre. Porque de él será el puesto que iba a ocupar Judas Iscariote
en el Reino de los Cielos. Dichoso el hombre que ha vivido como rey. Porque mañana será mendigo y no echará de menos su recámara ni el palacio que fue su prisión. Dichoso el hombre que ha comido la comida más rica entre los muchos hambrientos.
Porque de él serán las sobras de los mercaderes y comensales. Dichoso el hombre que comparte esas sobras con pobres y desamparados. Porque habrá de heredar la Tierra Prometida.


Esperanza

En lo oscuro relampaguea la chispa de lo vivo. Se prolonga su latido en el espacio. Bajo la huella del Sol encontrará su morada.

En uno está el Paraíso y el Infierno

No hay respuestas afuera. (Búscalas dentro de ti). No hay caminos de ascensión a los cielos. (Todos los cielos están dentro de ti). El hombre mira hacia lo alto cuando quiere elevarse. Y mira hacia abajo, orgulloso, cuando cree que está en las alturas de los dioses. Cuando se cree un dios. Pocas veces se mira hacia dentro para hallarse a sí mismo. ¿Cuándo subirá ya despojado de todo lo que le pesa?


La ruta

La ruta que buscamos sin cesar, sin descanso aquí y allá, está en lo interior de uno mismo donde sólo lo que es luz puede vivir (subir) sin penas ni glorias.


Nada ha quedado en pie

Todo fue avasallado. Ni un muro quedó, ni la hoja chamuscada. No encontraré oro en esta ruina.


En la fosa común

¿Qué hacen los que están perdidos sin reconocerse? ¿Con qué nuevos ojos ven la muerte que enceguece? Los señalados por la fatalidad, los desheredados de la vida feliz, cavan la fosa común donde seremos todos enterrados.




Consejos para Ícaro

No dejes caer tus alas, sacúdelas, levántalas y lánzate hacia adelante. No te hundas en el pozo del tiempo que devora. Que no te lleve, despierta porque ha llegado tu momento de luchar. No rindas tu última arma, levántate. Todavía hay una batalla que ganar y un sitio adonde ir. Cierto es que hay sollozos aquí y allá y hay sangre, ¡cuánta bajando y subiendo! y hay guerra, ¡cuánta aquí y allá! y muertos, ¡cuántos por toda la tierra quejándose todavía despiertos! Esa es la muerte con sus voces lastimeras. Quienes se van de la vida murmuran sus dolores. Pero tú, pobre Ícaro, no te dejes caer.
Sigue de pie y camina hacia adelante. Volando un día abandonarás esta casa del Horror.



Como jirafa

En esta vida hay que estirar el cuello para poder alcanzar sus frutos y altos ramajes. Para sobrevivir ante el acoso de los demás animales que luchan porque también quieren sobrevivir.


Despojémonos de todo lo que nos pesa

Abandonemos aquí, en este cementerio que ayer fue el paraíso, nuestras más queridas osamentas. Y marchémonos ahora mismo al planeta escarlata. Porque se nos acaba el tiempo. Y ya sabemos que el tiempo es nuestro peor enemigo.


Se aviva a solas la mano que no duerme

Entre ventanas abiertas y columnas de humo respira el tiempo presente. ¿Es insomne lejos de su cuerpo? Cercenada anochece lejos del camino que la hierba borró. Nadie vendrá de tan lejos a buscar su razón de vivir. Nadie vendrá aunque intente venir. Cuando llegue, si es que llega, nada encontrará. Los ojos yacen dormidos. Duermen abrigados en la profunda selva que también quiere dormir. Al Ché


Después de haber leído (de otra manera) a Cavafis

¿Quién ordena el tiempo en una sucesión infinita? Limitado en mis dimensiones, en mis razonamientos, apenas soy capaz de ver una realidad que es superior a mis fuerzas. En virtud de la ley que nos consagra a la muerte todo hombre vive para realizar la perfección de su ser. Gracias a su voluntad de permanencia cada paso que da -hacia una tierra nueva- es un nacimiento. Lo que sucede hoy es la continuación del primer instante. ¿Hacia dónde vamos? El hombre todavía no ha llegado a su punto crucial. No ha alcanzado su fase de equilibrio. Añora la armonía y la estabilidad, pero vive alterado, invadido por fuerzas inferiores. El caos aumenta los conflictos en su corazón y lo debilita ante los fieros enemigos que lo acosan: esos lestrigones, esos cíclopes que no se encuentran afuera, porque los lleva uno adentro.


Soñar es vivir el paraíso de los afortunados

Todos los días intentamos desconocer el destino que a todos nos conduce. Nos despertamos cada día y salimos para una búsqueda nueva. Exploramos aquí y allá y vagamos sin saber para dónde vamos. El camino que recorremos bajo el cielo -bajo el Sol inclemente o en la frialdad oscura del desamparo- nos da sed y hambre. Pero de tanto caminar inútilmente hacia la incertidumbre nos llega la hora de morir. De volver a uno mismo y dejar el alma quieta, en reposo.


La herencia de nuestros antepasados

Vivimos nuestro tiempo a destiempo, azarándonos en una permanente desgracia. Ajenos a la solemnidad reivindicamos los peores valores de nuestros antepasados. Somos hijos de una herencia que no ha corregido sus errores. Que reconoce sus abominaciones. No sabemos guardar las distancias y a cada instante estamos desbocándonos, viéndolo todo desde los ojos de la pasión. Pero al final del combate sola queda el alma sin cuerpo dando vueltas en ese espacio ciego que hemos llamado Dios.


Atila

Por donde pasa el hombre no crece ni la hierba.


El alma vaga desolada entre sombras

¿Qué le diré mi alma atormentada?, ¿acaso: "permanece tranquila, no te asustes y deja que dé contigo lo oscuro?" Nosotros, los mortales, a cada momento apagamos las luces de la vida y cambiamos la escena. Todos los días dejamos que caiga el alma en su profundidad, que se hunda en los vacíos ignotos de adentro. O que ande lastimera sobre la gris superficie de la Tierra. Nosotros, los humanos, casi siempre andamos derrengados por los años sin alzar la cabeza. No vemos el cielo ni la piedra con la cual tropezamos. A diario caminamos cabizbajos, mordidos por la angustia. Por el temor de morir que nos devora. A veces, nos sabemos si despertamos o dormimos. A veces, de repente y sin saber por qué, nuestros ojos se cierran. A veces se abren cuando todo se desvanece y ya no hay nada que hacer. ¿Cuándo moriremos para siempre?



Muchas cosas tuvimos

Los días vienen solos, felices de ser lo que son. Pasan y nada nos dejan. Nosotros miramos una luz a lo lejos y pensamos que es el Sol que ya viene. Ilusos confundimos las horas con las noches y la luz con la sombra. ¿Por qué no abandonamos las palabras y guardamos silencio? Llegan las voces de todas partes. Gritos, oraciones, peticiones y señas que suben a Dios, que nada oye porque cada vez sube más arriba. Se aleja para jamás volver.


El desierto es la Tierra Prometida

Hay que bajar la pendiente, pasar por los filos de la fatalidad. Tocar lo oscuro. Los bordes y el centro del pantano. Hay que cruzar los puentes sin temerle al vacío. Vivir con la muerte porque no estamos solos. Aunque es mucha la soledad que nos cobija. Aunque es mucha la noche que nos cubre. Hay que caminar con el dolor a cuesta, seguir hasta llegar al árbol que espera en el camino. Y desde su sombra mirar lo que nos fue prometido: el desierto.


Despojo

Ese cuerpo muerto entre las hojas muertas aún conserva sus tatuajes. Un día su alma se ausentó de la tierra y se fue. En el cielo espera por su regreso. Otro tiempo viene más aprisa. Cae como árbol deshojándose. Mientras tanto los ojos se van quedando sin luz.
¿Adónde irá con el sol, a qué tierra sin muros regresará?


Entierro

Dejemos que el viento se lleve las flores que caen sobre las tumbas. Pronto se marchitarán. La lagartija en la piedra ha quedado inmóvil mirando la hierba seca. Sobre huesos y piedras resecas quedan nuestros nombres olvidados.

Breve

De la historia de la vida se encarga el tiempo que es el único juez. Y de todo lo que hoy somos, mañana sólo quedará el polvo enamorado. Todo se irá tras el viento. La tierra es nuestra única tumba.


Reflexiones

En la tierra vivió como pudo. Ahora yace dormido en su tumba. Mientras duerme, por encima de él pasa el viento arrastrando las hojas y los susurros de los que ya murieron. Mientras duerme sucede la vida y el momento de los enterramientos. ¡Cuántos son lo que nacen, cuántos los que mueren! Pero el mundo crece por aquí y por allá. Por las calles todos vienen y van agitados, temerosos de morir de repente. Sin embargo, no todos oyen la vida que vive y camina. Transcurrimos a ciegas girando en el vacío, pasando.


Fuera de la Cueva de Altamira

En la mirada llueve como el primer día de la Creación. El hombre de barro se arrincona cantando. Su sombra se desinfla. Desfallece junto a él. Un sonido de tambores, de oboes, de violines y trompetas, se escucha en el aire. Todavía no es de día. Cuando era joven y fuerte, sin buscarlo venía el Sol hacia mí. Entonces mis ojos se llenaban de luz.


La noche no era lo esperado

En la oscuridad se quedaba el tiempo parado. Como en los últimos confines. Varios días vagué sin cesar buscando un poco de agua que calmara mi sed. Marché en la tiniebla. Vi descender las hojas lentamente de sus ramas. Eran pájaros, flechas. Me acosté a la orilla de un lago donde el cielo se reflejaba como cisne. Abrí los ojos. Acerqué el oído a la tierra y de pronto apareció un reino encantado. Por la Casa de los pájaros los Inmortales iban y venían. Los amantes miraban la Luna. Y los juglares en la tierra cantaban. Cuando estaba llegando hasta mí un río cenagoso me arrastró consigo. Durante varios soles y lunas se oyeron campanas y tambores. Y yo me iba como se aleja el pasado. ¿Hacia dónde me iba? La Barca de Caronte me llevaba.


Nadie puede escapar de su destino

Bajo otro cielo estaba buscando quien fui en el pasado. El agua era cielo por dentro. Había nubes y mar. Un vacío giraba sobre otro vacío. Y quise volver, partir de donde estaba. Tocar la tierra, hundirme en el cántaro. Volver a mí que en la tierra palpitaba. Huir de esa fuerza que nos lleva y nos trae, meciéndonos en un instante! Pero,¡cómo puede uno librarse de la muerte que todo lo domina!


Ceniza caliente

Súbete a la piedra más alta de la ciudad a ver si te salvas. El monstruo abrió sus fauces. Se extienden las manos reverentes hacia Él que nos lleva
hacia la oscuridad.


Para vivir llegamos a la Tierra

He allí el rostro del verdugo, su propia máscara. En sus ojos de hiena vemos los alambres de púas, los muertos, los huesos sin luz, el suplicio, los gritos delirantes que aquí y allá se levantan como fantasmas torturados. Todos callan el dolor que sienten, pero se quejan en silencio. En la casa de los verdugos cantan los canarios. El Sol llega como siempre hasta las alambradas que nos separan. A diario alumbra las heridas de los moribundos que hunden sus ojos en sus huecas soledades.

A Dios sólo lo ven los que van a morir. ¿Quién declara, habla y patalea en nombre de la vida pateada? ¿Quién saca su cabeza del pozo donde su alma cayó mientras huía? Nosotros no nacimos cansados ni amarrados a los árboles y piedras. No nacimos esclavos, pero no podemos con los grillos y yugos. Hemos nacido encima de la tierra, encima del agua que bebemos, encima de la piedra que pisamos. Comemos lo poco que encontramos, a veces yerbas. O raíces amargas. Los pájaros viven en los cielos felices y cantan. Nosotros apenas sobrevivimos y nos lamentamos de nuestra suerte tirados en el suelo. Para vivir llegamos a la tierra, no para sufrir.


El alma del pobre se abre como un sol

Su alma crecida, enramada de luces toca la periferia invisible del cielo y vuelve a recordarnos la primera Caída. Vuela ya despierta entre las nubes.
Ha dejado en el hueco terrestre su cabeza y sus huesos. Ahora su sombra vaga en la noche, degollada.


Lo desolado

El último grito se lleva por dentro, como una devastación. El hombre cae
y se levanta una y otra vez. Día y noche recibe castigo de los dioses terribles. A veces sin salivas, y con los brazos amarrados se lanza a la selva donde reñimos a diario para sobrevivir. A veces vive el hombre fuera de la dicha, con collares y vendas, con los párpados cosidos y la boca cosida en plena calle en huelga que es la casa de los amotinados.

No hay paraísos

La promesa divina que animó en el corazón del hombre la búsqueda de la tierra soñada forma parte de la quimera. Los esfuerzos fueron vanos. Los soñadores (hoy desencantados) de la tierra de gracia ahora son los apátridas de la incertidumbre. Sobreviven exiliados del futuro. Sin futuro.

Del Libro de los Días

Estas palabras escritas, que hoy dejo en las manos del “hipócrita lector” para no morir del todo, son adioses de otros días desvanecidos ya de la memoria.

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